Fútbol Argentino/Opinion

Cuando ganar significa más de lo que vale

Boca festeja en el Monumental (Foto:www.ole.com.ar)

Boca festeja en el Monumental (Foto:www.ole.com.ar)

Euforia, alegría y conformismo saltaba a la vista tras el pitazo final en el festejo de los jugadores de Boca Juniors. Sellada una victoria fundamental, ante el adversario más acérrimo, que le permitió al equipo de la ribera superar a San Lorenzo de Almagro para ubicarse por encima de todos en las posiciones, la carcajada de la victoria supo esconder el contenido de un 1-0 más importante que valioso.

Boca ganó y punto. Suficiente para el ánimo y para el fanatismo desbordante de un hincha necesitado ante tanto triunfo ‘Millonario’. Pero altamente criticable en el termómetro futbolístico, para un equipo que debe sobrevivir a media docena de jornadas, con visitas de riesgo al ‘Cilindro’ de Avellaneda y al ‘Gigante’ de Arroyito, si quiere cumplir el sueño de campeonar.

Ganar casi sin querer

En el inicio del encuentro, la inmediata y grave lesión de Fernando Gago –se le cortó el tendón de Aquiles-, dejó preocupación por un lado, pero entregó a Boca una modificación vital para el desarrollo del primer tiempo. El ingreso del uruguayo Nicolás Lodeiro, cambió por completo la configuración del mediocampo boquense, y generó enormes problemas a un River que esperaba ir a presionar a campo rival, sobre la salida del mediocampista nacido en Ciudadela.

Lodeiro fue socio de Carlos Tévez, fue un problema para Leonardo Ponzio, fue generación de espacios para Sebastián Palacios y, principalmente, fue el responsable de que el partido se disputase en una zona donde el equipo de Marcelo Gallardo no esperaba. Con estas cartas sobre la mesa, Boca disfrutó de enormes ventajas en terreno adversario, mientras que River quedó cortado y a merced de las líneas ofensivas rivales.

En el minuto 18, una escapada de Palacios por derecha, terminó con un violento zurdazo del propio Lodeiro, tras una tapada de Marcelo Barovero ante Tevez, que se incrustó en el arco de River para marcar una diferencia que Boca encontró más de lo que buscó. El gol del oriental terminó siendo decisivo, pero el propio accionar de Boca a lo largo del encuentro, puso en jaque un triunfo que se vestía de necesidad y urgencia.

No animarse a aprovechar las ventajas

La confusión de River Plate fue notoria hasta poco más allá de la media hora. Un gol abajo y la salida obligada de Ponzio –que debió ser expulsado- para no quedar en desventaja numérica, parecían hacerle precio a un equipo desconcertado. Pero en realidad el que le alargó la vida al dueño de casa fue nada más y nada menos que su rival.

Boca disfrutó de espacios y ventajas a lo largo y a lo ancho del campo local, pero nunca se animó a explotarlas debidamente. Un desarrollo preparado para que los de Rodolfo Arruabarrena reclamaran una diferencia de, al menos, dos goles, terminó con River intentando tomar el mando de las acciones con más ímpetu en los minutos finales de la etapa inicial. Boca tuvo a River ‘Groggy’ pero prefirió ganar por puntos a arriesgarse a una mano desesperada y contundente. Y Agustín Orión tuvo que aparecer para que el impuesto al temor no sea demasiado oneroso.

River quiso pero no pudo, Boca ni siquiera quiso

El complemento sacó a relucir otro escenario para el vital encuentro por la vigesimocuarta jornada. River intentó a los empujones llegar hasta el área de Orión. Incluso volvió a requerir la intervención fundamental del arquero ante un cabezazo de Lucas Alario que tenía destino de gol. Y Boca salió a ver qué pasaba. A correr el innecesario riesgo de dejar actuar a su clásico rival.

La incapacidad de un River Plate lejano a sus mejores momentos de la temporada, evitó un dolor de cabeza mayúsculo a Boca. Pero aun así, el partido dejó la sensación de caminar por la cornisa del empate merecido. Sólo esa media hora de confusión local, aun con la falta de atrevimiento del ganador, justificaron una victoria que a Boca le otorga el enorme beneficio de tres puntos vitales y la alegría de haber vencido al máximo rival.

Boca deberá replantear su futuro. La definición de un campeonato amerita decisiones arriesgadas. Para ganar, normalmente, hay que querer hacerlo. La cobardía, la espera a la acción del rival y el miedo a la propia incapacidad, pueden albergar un costo enorme cuando un punto es la diferencia que separa el título de campeón del olvido eterno. Si Boca anhela el éxito, debe cambiar el concepto. Los campeonatos no los pierden los otros, los gana el campeón. Y para convertirse en campeón hay que ponerse el traje de la ambición.

Anuncio publicitario