Opinion

¡Es la adaptación, estúpido!

 

River festeja el título. Es, por tercera vez, campeón de América

River festeja el título. Es, por tercera vez, campeón de América

La frase, caballo de batalla de Bill Clinton en su camino a la presidencia de los Estados Unidos en 1992, bien podría aplicarse a este presente de River Plate, y atribuirse a quien, con metodología, convicciones y un alto grado de perspicacia, supo trazar este feliz presente para el equipo de Nuñez: Marcelo Gallardo.

River Plate se consagró Campeón de la Copa Libertadores América por tercera vez en su rica historia, luego de 19 años de espera, en una final tan decepcionante desde el punto de vista técnico, como apasionante desde una óptica emotiva. Con un campeón que siempre tuvo claro el partido que tenía que jugar. Aquel que permitían las condiciones climáticas. Ese que podía desarrollarse en un campo que, con el correr de los minutos, se volvía cada vez más inestable. El que se adaptaba perfectamente a un ambiente favorable, con un árbitro excesivamente permisivo en la aplicación del reglamento. Y el que propició un adversario que, más allá de algunas llegadas con peligro en la primera parte, pareció no comprender en ningún momento la clase de partido que estaba jugando.

Si algo mostró este partido es la sabiduría y la capacidad de adaptación del “Muñeco” Gallardo en momentos donde las convicciones pueden no ser suficientes. Desde el minuto cero de su gestión, Gallardo se propuso devolver a River sus señas de identidad históricas: juego de toque, protagonismo innegociable y apoyo en el talento autóctono. Los resultados no se hicieron esperar: el equipo dominó a voluntad gran parte del segundo semestre del 2014, y solo encontró freno ante el “overbooking” de compromisos y la lesión de jugadores clave en la estructura del equipo. Sin embargo, esto no le impidió alzarse con la Copa Sudamericana.

Pero este equipo, además de filosofía y método, disponía de una cualidad que su entrenador grabó a fuego nada más y nada menos que en su primer “Superclásico” al frente del plantel: un asombroso instinto de supervivencia. En desventaja en el marcador, en medio de una lluvia torrencial y con un terreno de juego impracticable, River supo ponerse el traje de buzo, arrinconar a su eterno rival mediante el juego directo y empatar el partido con un gol de Germán Pezzella, defensor central devenido en delantero.

Esa capacidad de mutar, de dejar de ser -y me permito un paralelismo con el cómic- Bruce Banner y convertirse en Hulk en los momentos donde todo se complica, es sin duda el sello distintivo de este River y su prinicipal arma para una Copa Libertadores que premia a quienes mejor se adapten a ella.

Lo sabe River, que luego de caminar por el precipicio supo noquear a quien se le puso delante. Lo saben ahora los Tigres de la Universidad Autónoma de Nueva León, que paradójicamente -y en un gesto de enorme honestidad deportiva- salvaron de la eliminación en primera ronda a quien, a la postre, sería su verdugo en la final. También, sin duda alguna, lo sabe Marcelo Gallardo, que se ocupó de que toda América también lo sepa.

Anuncio publicitario